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La ciudad de fuego: Capítulo 3

  Al día siguiente, la Gorda entró en último lugar a clase. Sus lentos pensamientos no lograban atar las ideas del todo, pero sabía que nunca dejaría de sentarse al final de la fila, detrás de aquellas otras niñas. Caminó arrastrando los pies, como si llevara grilletes, y se sentó sin levantar la vista, con el voluminoso cuerpo de elefanta quieto, como sus ojos, entreabiertos en una extraña expresión, y miró por un tiempo excesivo sus pies regordetes, embutidos en aquellos zapatos usados, que le apretaban un poco en las puntas y que hacían parecer a sus pies muffins. A media noche Cristen corrió lentamente su mano por el vidrio empañado para ver la luna en forma de cuña, que en dos días sería negra. —¿Y no se puede no ser ni uno ni lo otro? —le preguntó pensativa, como queriendo alcanzar o detener a aquella luna de alguna manera, y evitar que se hiciera negra. —¿No ser cazador y no ser presa?... difícil —dijo la Vieja lanzando una pequeña risa irónica—. Hasta en una inocente conversaci

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