Notas de El violín de fuego
No hay como la música para la magia, ni para llevar al espíritu a lugares lejanos. Por ello y para compartir con ustedes un fragmento del avance de mi primera novela El violín de fuego, recuerdo o evoco al fauno de Narnia, en mi escena favorita.
Fragmento de El violín de fuego
—¿Por qué guarda ese violín si nunca lo toca? —preguntó Cristen a la
anciana.
—Este violín tiene su historia
—contestó la Vieja, devolviendo el instrumento a su sitio—. Lo guardo para
recordarme que hay que tener cuidado, si la llama es muy intensa, puede
consumir al artista o arrasarlo todo a su alrededor.
—¿De quién era?
—La magia no hay que buscarla sólo en las historias o en otro mundo,
también es de este. Pertenece a seres que nacen con ese brillo feroz, con una
sed enorme por saber, por rasgar el velo a las cosas. Cada tanto los mortales
se cruzan con ellos, y es como si un aire fresco entrara por la ventana o
rompiera una puerta, y nos llevara más allá —. la Vieja se detuvo observando
con vacilación el brillo inquieto en el rostro de la niña —Pero no te engañes, esos
seres son desdichados, están poseídos por algo que no siempre pueden controlar.
Algo que los puede controlar a ellos —le dijo y levantó su dedo arrugado, en
aquel gesto que encerraba todas las advertencias de sus cuentos.
—¿Perteneció a una hechicera de un mundo que no es el del penal?
—comenzó a fantasear Cristen, deseando poder evadir la cárcel y todas sus
miserias una vez más.
—De mucho más lejos —le dijo la Vieja aceptando el pedido implícito de
la niña y comenzando otra vez con aquel juego. Sólo que ahora partía de un
objeto real, el violín, como si al sostenerlo compartiera algo poderoso con una
otra yo, en otro lugar.
La geografía de Arg era
abrupta y dividida por fallas, pero aun así, equilibrada.
La esencia del equilibrio entre montañas y picos helados, y las
tierras verdes y cálidas del llano, era un particular balance, una delicada y
suave danza de belleza, caída, destrucción y muerte.
En el techo de este
mundo, como un gigante silencioso presto a dar el zarpazo,
se extendían las montañas de Uran, recordando
a los habitantes del llano que la prosperidad tenía un
precio.
Eran tan pálidos que parecían azules, bajaron
de las montañas sedientos como todos los años.
El pequeño pueblo de Menras no había aceptado
el señorío de Eraun, por esta razón, los nobles entregaron el pueblo
de campesinos al hielo.
Aquellos hombres de rostros armoniosos y voces de
escarcha exigieron la mitad de todo el alimento cosechado en la primavera y las
bodas de hielo.
El jefe de los clanes de Menras, que al
principio se mostró hostil, cedió, no sin resistencias entre ellos.
Después de todo, los hombres del hielo prometían que el año entrante
cosecharían el triple.
Todo comenzó con una tensa fiesta, donde
frutas, semillas y legumbres eran puestas en
sacos dentro de un círculo.
Doce novias llevaban flores en el pelo
y caminaban calladas, mirando con ojos asustados, la belleza de
los hombres de hielo no era suficiente para tranquilizarlas. El aire cerca
de ellos siempre era frío. Ni siquiera la música disipaba el
estremecimiento que causaba su presencia.
Cuando llegó la media noche, el jefe de ellos hizo un
ademán y el fuego se apagó repentinamente. No había luna
y la oscuridad fue absoluta.
El miedo se transformó en dolor y el dolor en algo
peor, en placer, un placer extático que llevaba a la
muerte.
Así, robaban el aliento vital, despacio, sin
derramar una gota de sangre, en espasmos orgiásticos de sus víctimas. Los
campesinos regresaron a sus casas y miraron a un costado, mientras
los gemidos se adueñaron de la oscuridad, hasta el amanecer.
Los pobladores no dijeron nada entonces, ni tampoco el
año entrante, cuando cosecharon el triple.
Solsticio tras solsticio, en menos de
cuatro años, las bellas jóvenes se volvieron mujeres
marchitas.
Yo soy fan tanto de la película como del libro, y ambos han influido mucho en mis relatos. Si El violín de fuego se parece a este clásico, tiene que estar realmente interesante!
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